Los vestidos de diferenciaron entre trajes ceremoniales, cortesanos y uniformes, distinguidos según clases sociales por los colores: los colores fuertes y oscuros estaban reservados a las clases altas. Durante la Restauración, Carlos II introdujo un cambio radical al descartar el jubón y optar por el chaleco, una prenda que sería el origen del traje masculino; se abrochaba con botones en la parte central delantera y se llevaba con un abrigo hasta las rodillas.