Las diez menos veinte. A las diez menos cinco ya no aguanta más, estudia el mapa y toma el sendero que conduce a la rosaleda, un pequeño jardincillo rodeado de setos perfectamente recortados, al más puro estilo inglés. Se buscaba un estilo personal alejado de los dictados de los grandes modistas, en el que se valoraba la imaginación y la novedad.