Como en Grecia, en Roma las prendas se confeccionaban de paño tejido, lo que requería mucha mano de obra, por lo que dichas prendas se consideraban demasiado valiosas para recortarlas o entallarlas: por ello, se llevaban superpuestas al cuerpo, bien doblándolas o bien plegándolas, frunciéndolas o, en menor medida, cosiéndolas alrededor del cuerpo.