En el ámbito femenino, hacia 1820 las faldas se hicieron más largas y amplias, con telas vistosas y costuras invisibles. Las damas las usaban sobre todo para ir al teatro sin ser reconocidas, ya que en aquella época estaba mal visto que las damas de la alta sociedad acudiesen a representaciones teatrales. Lo notamos en los conciertos: nada agrada más al peruano que ese momento en que su estrella regresa del backstage vistiendo la blanquirroja.